El auge del aficionado

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Una de las mayores ventajas (y amenazas) de la Web es la manera en la que ha brindado a los aficionados la oportunidad de trabajar codo con codo con profesionales (a veces incluso reemplazándoles). Los bloggers adolescentes más populares consiguen asientos en primera fila para la Semana de la Moda de Nueva York, desplazando a los editores de revistas antaño prestigiosas; productores cinematográficos, equipados con un camcorder, compiten con los principales estudios en YouTube; y los intermediarios profesionales, desde agentes inmobiliarios hasta corredores de bolsa han sido reemplazados por sitios web que permiten a los usuarios realizar sus propias gestiones.

Los aficionados se han colado en el dominio de los profesionales, cruzando las fronteras antes sacrosantas que protegían las élites de todos los sectores de los asaltos desde abajo. Antes de la era de Internet, los profesionales tenían libertad para alzar sus propias barreras de entrada, edificadas sobre requisitos formativos y de experiencia, o incluso de adhesión a un determinado sistema o código de conducta. Los abogados tienen su colegio, los publicistas se hacen miembros de la Asociación Americana de Agencias de Publicidad y los periodistas se afilian al Club de Prensa.

Es muy probable que estas asociaciones –las de la mayoría de vosotros– se crearan para mantener los estándares en vuestros sectores, fomentar el networking y garantizar un cierto grado de pericia entre vuestros iguales. Incluso aquéllas que se crearon por razones políticas (como la Asociación Americana de Dentistas, que se creó para promocionar el uso de la amalgama de plata para empastes) terminó dedicándose a ampliar los intereses y las habilidades de sus miembros. Las asociaciones a las que pertenecéis procuran hacer que seáis mejores profesionales.

Para los nuevos aficionados de la Web, no obstante, vuestras asociaciones, vuestra profesionalidad e incluso vuestra pericia son obsoletas. Creen que el hecho de que ya tienen acceso a las herramientas y a la información que utilizáis en vuestro trabajo hace que puedan realizarlo tan bien como vosotros. Esto queda patente en un comentario que me hizo blogger: “¿Qué le hace creer que un profesional puede desempeñar el trabajo periodístico mejor que cualquiera con un blog?”

Tiene razón… hasta cierto punto. El campo del periodismo, por ejemplo, se ha visto realzado sobremanera por un mundo en el que los teléfonos móviles con cámara son casi ubicuos. Cuando una historia se propala en las calles Myanmar, inevitablemente hay alguien allí para captar el acontecimiento. Asimismo, si la prensa financiera convencional es incapaz de cuestionar la sabiduría financiera convencional, un blogger es a menudo el primero en revelar un control de los mercados escandalosamente deficiente.

Los grupos más nutridos pueden trabajar juntos online para desarrollar un navegador (Firefox) que se puede equiparar con lo mejor de Silicon Valley, un sistema operativo que no tiene nada que envidiar a Windows (Linux) y la enciclopedia más consultada del mundo (Wikipedia). Muchas de las personas que trabajan en estos proyectos son expertos propiamente dichos –programadores, investigadores y científicos de primera fila– que invierten su tiempo libre en ellos. Y nos hemos beneficiado de sus logros.

Al mismo tiempo, sin embargo, el auge de la actividad online de los aficionados ha hecho que muchas personas se crean más hábiles de lo que realmente son –y piensan que vuestras habilidades son sobrevaloradas–. Si gente corriente puede redactar una enciclopedia, se cree capaz de cualquier cosa. Como es frecuentemente con las nuevas tecnologías, las personas confunden tener acceso a vuestras herramientas con tener capacidad para utilizarlas.

En un entorno como éste, vuestras asociaciones parecen elitistas, puramente simbólicas y totalmente artificiales. Son simplemente el medio por el que mantener vuestro inmerecido monopolio sobre vuestros sectores. Por mucho que los aficionados quieran llamar la atención y estar incluidos entra las filas de los profesionales, es probable que estuvieran igual de contentos con que vuestras asociaciones se desplomaran bajo su propio peso. Si no puedes unirte a ellos, derrótales.

Y los problemas que afrontan vuestras organizaciones son un mero reflejo de aquello contra el que vuestros miembros han luchado durante casi una década. Su pericia apenas se valora en la actualidad, si es que se ha reconocido en algún momento. Con pocas excepciones (pilotos de aviones comerciales, neurocirujanos), nuestras vocaciones se están convirtiendo en pasatiempos. Desgraciadamente, a la gente no se le paga por dedicarse a sus pasatiempos.

La solución reside indudablemente en no poner coto a lo aficionado, sino en aceptarlo de buen grado. Sólo si aceptamos a los aficionados y les educamos, podremos tener la posibilidad de demostrarles que hagamos lo que hagamos, lo hacemos mucho mejor que ellos. Al aceptarles gustosamente, les demostramos que forman parte de nuestra cultura; y al hacerlo, reafirmamos nuestra posición como eje de la actividad en cuestión. Las convenciones políticas, que corren el riesgo de convertirse en muermazos de autobombo, reforzaron su propia relevancia permitiendo a los bloggers acceso a la sala de prensa. Los editores de cómics saben que casi todos sus lectores se creen capaces de redactar y dibujar igual de bien que los profesionales. Es por este motivo que los salones del cómic dedican recursos significativos a talleres y a repasar los trabajos de cualquiera que se presente.

La Web ha dado a la gente la falsa impresión de que son competentes para hacer cualquier cosa, pero sois vosotros los únicos que pueden corregir dicha impresión. Vuestros eventos son actualmente más importantes que nunca, porque os ofrecen dos auténticas estrategias para promocionar vuestra profesionalidad.

La primera reside en hacer que sean lo más transparentes posible a fin de revelar la profundidad de pensamiento y competencia que se requiere realmente para participar. Permitid que las personas que quieren comprar una casa vean el tipo de cálculos que realizan los agentes inmobiliarios legítimos sobre el valor de las propiedades y los impuestos que conllevan las operaciones de compra. Permitid que los bloggers se den cuenta del trabajo que significa constatar de veras fuentes o deconstruir ciertos temas de conversación.

La segunda conlleva implementar una cultura de perfeccionismo. Haced que vuestros miembros mejoren sus habilidades en sus respectivos campos; ayudadles a volcarse en la formación continua; introducidles a las últimas técnicas y descubrimientos para que no tengan que enterarse de ellas a través de un cliente, un competidor aficionado o una búsqueda en Google.

Después de todo, si vuestra organización no sirve a vuestro mercado mejor que Internet, puede que vuestros clientes decidan servirse a sí mismos. One+

DOUGLAS RUSHKOFF es autor cuya obra más recientemente se titular Life Inc: How the world became a corporation and how to take it back. Es profesor de Ciencias de Información de The New School de Nueva York. Para contactar con él, envíale un email a rushkoff@rushkoff.com.

Publicado
25/05/2010