¿Para qué sirve un cerebro?

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Sin ser incondicionales de Eduard Punset, queremos reconocer su esfuerzo por acercar la ciencia al gran público y sobre todo su capacidad de crear imágenes mentales de enorme fuerza. Un día, descubrimos una de esas imágenes mentales que nos resultó muy inspiradora: es la de los tunicados.

Los tunicados son unos animales con forma de bolsa que viven en el fondo del mar, pegados a las rocas. Dedican gran parte de su vida a bombear agua marina a través de su cuerpo para filtrarla y alimentarse de lo que obtienen. Con esta forma de vivir no necesitan moverse y carecen de cerebro, sólo tienen un sistema nervioso muy rudimentario para controlar el bombeo.

Lo interesante es que no son así durante toda su vida; al nacer, tienen forma de renacuajo con una cola que les permite nadar y un pequeño cerebro que usan para encontrar un buen lugar donde fijarse. Durante esta fase de animal móvil, es capaz de distinguir arriba y abajo y su cerebro produce respuestas complejas ante los cambios del ambiente, que usa para encontrar un lugar donde vivir.

Es en el momento en el que encuentra su lugar, cuando se fija a la roca, sufre una metamorfosis y absorbe su propio cerebro para siempre. Ha encontrado un lugar en el que todo lo que necesita viene a él con solo bombear mecánicamente, ya no necesita un cerebro. Como dice el propio Punset: sin movimiento, sin cambios inciertos a la vista, cuando ya no hay nada nuevo que aprender, el cerebro se convierte en algo superfluo.

Sin embargo, en los momentos difíciles en los que el ambiente cambia y escasean los alimentos, los tunicados sin cerebro son incapaces de responder y moverse, sólo pueden reproducirse para dar lugar a nuevos renacuajos con cerebro que buscaran nuevos lugares. Ellos se quedarán anclados al fondo.

Reconocemos el matiz de fábula que tiene la historia, pero como cualquier fábula que se precie tiene un mensaje detrás. En momentos como estos en los que el ambiente cambia y las antiguas estructuras no son suficientes y ya no vale quedarse sentado esperando, hay que volver a nadar. Es el momento de encontrar un nicho donde asentarnos y para eso necesitas un cerebro.

Aquellos que dejaron de aprender y absorbieron su cerebro en las épocas de bonanza, lo perdieron para siempre. Esperamos no comernos nosotros también el nuestro cuando lleguen los días fáciles.

Publicado
10/09/2009